Hace setenta y tres años que falleció Kim Jong Suk, la heroína antijaponesa.
Ella, con las armas en sus manos, salvó al Presidente Kim Il Sung política e ideológicamente arriesgando su vida.
Tenía una infinita fidelidad al Presidente.
Considerando la defensa del Presidente como su misión principal y su deber solemne, prestó una atención especial a la seguridad del Presidente para cumplir su deber de guardaespaldas en el momento álgido de la lucha armada antijaponesa y después de la liberación del país.
Mantuvo la lealtad al Presidente como su fe absoluta e hizo que su tarea diaria fuera ayudar al Presidente.
Llevó a cabo la idea y la intención del Presidente sin el menor cambio.
Tomó el camino espinoso para poner en práctica la idea y la línea del Presidente y no toleró la más mínima manifestación contraria a la idea del Presidente.
Su incansable esfuerzo por cumplir la orden del Presidente y su devoción por llevar a cabo la línea del Presidente de construir una nueva patria y la reunificación nacional tras la liberación del país tocan la fibra sensible de todo el pueblo.
Los personajes surcoreanos que visitaron Pyongyang después de la liberación del país quedaron muy impresionados por su noble lealtad y cálida personalidad y dijeron que no hay ninguna mujer para todas las edades y en todos los lugares como Kim Jong Suk.
La vida de Kim Jong Suk, que no escatimó esfuerzos para apoyar al Presidente sin descanso, fue una carrera noble. Su vida muestra cómo los revolucionarios defienden a su líder.
Su vida fue corta.
Sin embargo, su lealtad al Presidente, su esfuerzo por elevar al Dirigente Kim Jong Il como líder prominente para cumplir la causa revolucionaria del Juche y los imperecederos logros realizados por ella en nombre de la nación permanecen por mucho tiempo.