A principios del siglo pasado, el imperio japonés que se apoderó de Corea violó despiadadamente su dignidad nacional mediante la bestial dictadura militar y convirtió a toda Corea en un territorio de martirios y una enorme prisión.
La indignación y el rencor acumulados por el pueblo coreano contra la más cruel dominación colonial de los agresores japoneses, estallaron al fin el 1 de marzo de 1919.
Las llamas de la manifestación antijaponesa que comenzaron a arder en Pyongyang se propagaron rápidamente a las 13 provincias del país y hasta Manchuria, Shanghai, Primorie, Hawai y otros lugares foráneos donde vivían los compatriotas.
A pesar de las salvajes represiones de los agresores, los coreanos, sin distinción de clases, capas sociales, criterio político, creencia religiosa, edad y sexo, se alzaron en la sublevación reclamando la independencia del país.
Atemorizados ante la furia de ellos, Japón movilizó a su ejército, policía y otras fuerzas represivas, los cuales reprimieron y asesinaron cruelmente a los protestantes.
Picaron con espada la boca de un niño de 7 años que gritó “¡Viva la independencia de Corea!” y quitaron la piel de cabeza y descuartizaron a una muchacha de 16 años so pretexto de haber guiado una manifestación pacífica.
La matanza en Taegu conocida en el mundo era uno de los sucesos que ocurrieron durante el Levantamiento Popular del Primero de Marzo. Los imperialistas japoneses dispararon a decenas de miles de estudiantes y pobladores patrióticos que se sumaron a la manifestación y oprimieron con brutalidad a los familiares que iban a llevarse los cadáveres. Amenazaron a los médicos y sus familiares que curaban a los heridos y arrestaron y torturaron cruelmente a los habitantes inocentes. En esta zona se produjeron 132 muertos, 87 heridos y cientos encarcelados.
Los agresores mataron con más barbaridad a más de 100000 coreanos durante unos meses desde que comenzó el levantamiento.
Hasta la fecha los coreanos no se olvidan de la sangre derramada por los manifestantes y sus clamores llenos del rencor e indignación.
Son incontables las violaciones de derechos humanos y las maniobras para exterminar a la nación coreana, entre ellos, el reclutamiento para los trabajos forzados, la esclavitud sexual para el ejército japonés, las masacres, la tergiversación de la historia, el cambio de nombres coreanos por los japoneses, la política de suspensión de la lengua nacional y el despiadado saqueo económico.
Todas las atrocidades cometidas durante 40 años por Japón jamás serán olvidadas ni desaparecerán.
No obstante, se porta despiadada e inescrupulosamente, lejos de reflexionar y liquidar su pasado.
Las víctimas de aquel tiempo reclaman: Japón debe pedir disculpas y recompensar sin falta por todos los daños y penas que causó a la nación coreana y saldar cuentas de sus crímenes cometidos por siglos.