
Traducción: Hagamos que a las nuevas generaciones no les sea familiar la bomba nuclear. /Let the new generations not be familiar with the nuclear bomb
En los últimos días los ex burócratas de alto rango, especialistas en el asunto coreano y los de las importantes instituciones de investigación de la política de Estados Unidos dicen que su gobierno debe mejorar las relaciones con Norcorea para la seguridad del territorio.
Argumentan que en la actualidad demandar la desnuclearización de la Península Coreana no tiene sentido, que el golpe militar contra Norcorea es una absurdidad y decisión equivocada porque ella ya ha realizado la miniaturización de las ojivas nucleares y poseyó los ICBM y SLBM cargables de esas ojivas, y que imponerle las sanciones no es estratagema y es preciso considerar el establecimiento de las relaciones diplomáticas con Norcorea.
Se trata de las aseveraciones basadas en las profundas meditaciones y discusiones.
Retrospectivamente, Estados Unidos y Norcorea se han enfrentado durante más de 70 años.
En este tiempo el imperio, para estrangular a Norcorea, hizo todo lo suyo, valiéndose de unos y otros medios y métodos.
Durante la guerra coreana de la década de 1950 del siglo pasado la intimidó con la bomba atómica y después del cese al fuego en Surcorea introdujo más de 1 000 armas nucleares de varios tipos y realizó ininterrumpidamente simulacros de guerra agresiva de grande y pequeña envergadura contra la misma, continuando el chantaje nuclear sin precedentes.
No contento con esto, le impuso varias sanciones económicas, armó tendencioso alboroto de derechos humanos y practicó vil guerra psicológica. Sus maniobras encaminadas a echar a pique el estado norcoreano fueron verdaderamente las más prolongadas, atroces y persistentes sin precedentes.
Y, ¿en qué redundaron?
A fin de cuentas solo redundaron en impeler a Norcorea a que poseyera la bomba atómica y sus mejoras, en dar origen a una nueva potencia nuclear con poderosa capacidad nuclear para volar todo el territorio estadounidense.
El imperio persistentemente intentó negarlo, pero Norcorea lo demostró con la práctica: varias pruebas nucleares subterráneas, la prueba de la bomba de hidrógeno, la explosión de ensayo de la ojiva nuclear, la exteriorización de la ojiva nuclear real aligerada y mi ‘norizada, el lanzamiento de ensayo del cohete balístico en el submarino estratégico, el del cohete balístico estratégico de mediano y largo alcance, etc., manifestando plenamente su capacidad de reducir al imperio norteamericano a cenizas de manera que no se volviera a resucitar.
Ahora los especialistas en la situación y los medios de prensa de Estados Unidos y el resto del Occidente comentan que hoy discutir si Norcorea tiene o no la bomba atómica y la capacidad de golpear con el artefacto a Norteamérica es el problema del pasado, que lo problemático es cuándo, dónde y de qué manera Norcorea golpeará al imperio y cuánto este se resguardará de ello y que precisamente esta es la actualidad del enfrentamiento nuclear entre ambos países y la evidente realidad que nadie puede negar.
Estados Unidos, quiera o no, espere o no, se ha visto obligado a reconocer la posesión de la bomba atómica por Norcorea y el chantaje nuclear motivado por ello y al que él se encara y a reflexionar en el desastre que sufriría.
Si el imperio lanza un ataque preventivo, es natural que el implacable golpe nuclear de Norcorea en un abrir y cerrar de ojos arrasaría las bases militares norteamericanas en Surcorea, volaría todas las mismas en la zona de operaciones del Pacífico y también pondría en caos el territorio estadounidense. Es probable que el imperio se extinga.
La aplicación del embargo o de la presión militar contra Norcorea no es un procedimiento inteligente.
Tratar de conseguir algo con ellos es, como afirmaran los especialistas en los problemas internacionales, es una tontería. Porque ellos solo empujaría a Norcorea a que continuamente haga supremas las fuerzas armadas nucleares.
Pues bien, ¿Por qué cosa debe optar Estados Unidos?
Un periódico norteamericano comentó que el fracaso de la política sobre Norcorea de la actual administración exigía a los autores de la política tomar la “tercera opción” y no adherirse continuamente a la política anterior que impelió a Norcorea a que más activara la explotación de las armas nucleares.
Por la “tercera opción” se entiende que Estados Unidos renuncie al embargo económico y el chantaje militar contra Norcorea, concierte con esta el acuerdo de paz para finalizar la pasada guerra coreana y reconozca oficialmente su legitimidad.
En conclusión, para el imperio no hay otro remedio que coexistir con Norcorea.
Es probable que Estados Unidos que durante más de 70 años hizo desesperados esfuerzos para estrangular a Norcorea, se sienta incómodo en reconocer su fracaso, pero solo esto lo hará que se resguarde de la catástrofe nuclear.
Estados Unidos tiene que aprender a coexistir con Norcorea.
The US Must Learn to Co-exist with North Korea
Noteworthy in recent days is the advocacy in the US for détente between the US and north Korea.
Former high-ranking government officials, north Korea specialists and major think tanks are of the opinion that demanding denuclearization of the Korean peninsula is pointless at the moment, that military strike against north Korea would be a foolish and misguided decision as it finished making nuclear warheads light and possesses ICBMs that are capable of carrying these warheads, and that as sanctions are not a stratagem, it should take establishing diplomatic relations with north Korea into consideration.
They are not wrong as these are an outcome of in-depth study and discussion.
To look back, the US and north Korea have been at odds with each other over the past seven decades.
The US has directed all its efforts to stifling north Korea, resorting to every means and method for the achievement of its aim. During the Korean war of the 1950s, it blackmailed north Korea with A-bomb. The blackmail continued after the war. The US shipped into south Korea more than 1 000 nuclear weapons of various types; it has staged nuclear war games, large and small, without letup. Not content with this, it imposed various economic sanctions, kicked up a “human rights” racket and launched a mean psychological warfare. Its schemes aimed at regime change in north Korea are unprecedented in intensity, viciousness and tenacity.
The result? Quite opposite.
North Korea emerged as a nuclear-armed nation capable of launching a nuclear preemptive strike at the US mainland. The US tried its best to deny this but north Korea demonstrated its capability stage by stage–several rounds of underground nuclear test, H-bomb test, nuclear warhead test, display of a light and miniaturized nuclear warhead, SLBM test launch and IRBM test launch.
Situation watchers and mass media in the US and the West insist that to argue whether north Korea has nuclear weapons or not and whether it is capable of striking the US proper or not has now become a thing of the past. They say that the point is when, where and how north Korea would strike the US and to what extent the US could defend itself from the strike, adding that this is just the scene of nuclear confrontation between the two countries and a stark reality.
The US has no other choice but to recognize, irrespective of whether it likes or hates to do it and whether it is willing or unwilling to do it, possession of nuclear weapons by north Korea and the consequent nuclear threat from this country.
North Korea says that, if the US resorts to preemption, its means of nuclear strike will turn the US bases in south Korea into a lake of fire in an instant, destroy those in the Pacific region and further reduce the mainland of the US into ashes. This will lead to the end of the existence of the US.
No economic sanction or military pressure can be a solution.
As experts say, it is daydream for the US to achieve its aim through economic sanction and military pressure. It will only propel north Korea to upgrade its own nuclear armament.
Then, what could be a reasonable road for the US to follow?
An American newspaper wrote that the current administration’s failure in its north Korea policy demands that the US policy-makers no longer be obsessed with their former policy, which made north Korea intensify its nuclear development, but choose the “third road,” the road of withdrawing economic sanctions and military pressure against north Korea, putting an end to the Korean war by concluding a peace treaty with it, and according an official recognition of north Korea. All in all, the US has to co-exist with north Korea.
For the US, which has tried its best to stifle north Korea over the past seven decades, it would be rather awkward to admit its failure, but this is the only way to saving itself from a possible nuclear catastrophe.
The US must learn to co-exist with north Korea.